martes, 29 de diciembre de 2009

LOS PROFETAS QUE YO CONOCÍ

El 10 de diciembre cumplí 70 años como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Sólo 14 años después de la oración dedicatoria de “las tierras sudamericanas, para la predicación del evangelio restaurado de Jesucristo”, por el Élder Melvin J. Ballard del Quórum de los Doce, en el Parque Tres de Febrero –hoy Palermo-- de la ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Entre las muchas bendiciones que recibí, menciono como especial, que fui contemporáneo a 10 Presidentes de la Iglesia: Desde el Presidente Heber J. Grant al Presidente Thomas S. Monson, y con excepción de los dos primeros –el ya nombrado Presidente Grant y George Albert Smith-- a los restantes, Presidentes David O. McKay, Joseph Fielding Smith, Harold B. Lee, Spencer W. Kimball, Ezra Taft Benson, Howard W. Hunter y Gordon B. Hinckley, los conocí personalmente. Es interesante señalar que su promedio de vida fue de 89 años.
Cada uno de ellos tuvo características y aún personalidades diferentes, pero con un denominador común: todos ellos “fueron llamados por Dios para hablar en Su nombre… y su responsabilidad principal es la de dar testimonio de Cristo.” (Guía para el Estudio de las Escrituras, pág. 170). Todos me han guiado e inspirado en las distintas etapas de mi vida y en los diferentes roles que me ha tocado desempeñar.

En el mes de setiembre de este año, el Presidente Thomas S. Monson, en un mensaje que dio a los estudiantes de BYU, les habló de los últimos 9 Presidentes que le precedieron y que él conoció y que son los mismos que yo mencioné, ya que el Presidente Monson es sólo dos años mayor. (ver “Curch News”, sept. 19, 2009).Por su trato cercano con la mayoría de ellos, menciona rasgos de carácter y preferencias poco conocidos, como himnos, escrituras y aún comidas favoritos. Pero lo más importante son las enseñanzas que nos transmitieron y que resumiré a continuación:

Presidente Heber J. Grant: Fue una persona perseverante y nos animó “a perseverar en todas aquéllas cosas que son buenas y nobles”. Fue el que más tiempo presidió la Iglesia: 26 ½ años y falleció a los 88 años de edad.

Presidente George Albert Smith: Era un hombre de corazón compasivo. En sus mensajes siempre nos enseñaba que “incorporemos a nuestra vida la compasión hacia los demás”. Alguien dijo una vez “que era imposible estar cerca y no sentir un espíritu como el de Cristo”.

Presidente David O. McKay: Poseía muchos dones y atributos, como haber sido un excelente maestro. Su rasgo principal “fue el de ser siempre considerado con su prójimo”. A menudo repetía “que el verdadero cristianismo es amor en acción”.

Presidente Joseph Fielding Smith: Está entre los escritores más prolíficos de la iglesia sobre temas doctrinales. Un verdadero teólogo y un estudiante singular. Recojamos su consejo de “ser estudiosos”. “La maldad nunca fue felicidad”, fue su escritura favorita. (Alma 41:10)

Presidente Harold B. Lee: Fue el que falleció más joven (74), y estuvo sólo 1 ½ año como Presidente. Su consejo principal fue “que estemos a tono y respondamos a los susurros del Espíritu Santo”. Siempre enseñaba que debíamos “permanecer en lugares santos, y no ser movidos” (Doct. y Conv. 87:8)

Presidente Spencer W. Kimball: Los obstáculos en su vida, se convirtieron gracias a su tesón, en oportunidades para crecer. Fue total y completamente dedicado al Señor. Su lema y consejo a los santos fue: “Alarga tu paso”.

Presidente Ezra Taft Benson: Su escritura favorita revela su carácter: “¿Qué clase de hombre habéis de ser? En verdad os digo, aún como yo soy” (3 Nefi 27:27). “Permitamos amarnos unos a otros”, fue su consejo permanente a los hermanos. Fue un hombre respetado y reconocido dentro y fuera de la Iglesia.

Presidente Howard W. Hunter: Fue un hombre cortés y atento a las necesidades de otros. Tuvo la habilidad de “ver siempre lo mejor en las personas”. Su himno favorito fue “¿He hecho hoy un Bien?” (Himnos, pág. 141) y su escritura: “Alábete el extraño… y no los labios tuyos” (Prov. 27:2)

Presidente Gordon B. Hinckley: Fue el más longevo de todos (97) y presidió la Iglesia por más de 12 años. Era un placer escuchar sus mensajes y valoramos su sentido del humor.Fue muy respetuoso con las creencias de otras personas. Su consejo fue “Haz lo mejor que puedas”, y su escritura favorita, Doct. y Conv. 76:22-23, donde el Profeta José Smith registra su testimonio sobre Jesucristo.

Tal vez por mis llamamientos, con quien tuve mayor contacto fue con el Presidente Kimball. Un hombre bondadoso y afectuoso como pocos. Aprovechaba cada minuto de su vida cuando nos visitaba y era muy difícil mantener su ritmo de trabajo, a pesar de sus problemas de salud. Puedo asegurar que fue él quien puso el fundamento para crear Estacas en Sud América y el que organizó la primera en Argentina, Buenos Aires, en noviembre de 1965.
Nunca olvidaré cuando con su voz disfónica pero firme, anunció en el Luna Park de Buenos Aires, durante una Conferencia Regional en el año 1975, el primer Templo en estas tierras: Sao Paulo, Brasil. A la Conferencia General del año siguiente en Lago Salado, fuimos citados todos los Representantes Regionales y Presidentes de Estaca de Sud América, para asumir el compromiso de abonar en término, la cuota que nos habían fijado para la construcción. Cuando ingresábamos al cuarto donde estaba la Primera Presidencia y la mayoría de los Apóstoles, el Presidente Kimball estaba en la puerta para recibirnos con un abrazo y un beso a cada uno. Era en verdad, un hombre de Dios, amoroso y cordial.
Como es habitual, cada jueves por la mañana, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce, se reúnen en el templo de Lago Salado. Por lo general, cada uno tiene la oportunidad de elegir un himno para comenzar la reunión. Cuando le tocaba al Élder Kimball, a la sazón un apóstol, invariablemente elegía “Señor, te necesito” (Himnos, pág. 49). Cierto día un compañero del Quórum le preguntó, por qué elegía el mismo himno, él le contestó: “Porque siempre necesito al Señor para cumplir con las responsabilidades del apostolado”, demostrando su humildad y dependencia espiritual. (Ver 2 Nefi 4:16-35; Salmos 143:1 y 16:1).
Hoy vivimos en los “tiempos peligrosos” que Pablo profetizó (ver 2 Tim. 3:1-5), donde los “eruditos de la sociedad”, niegan la existencia de Dios y muchos ponen en duda la divinidad de Jesucristo. Nosotros, “que no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía, sino de poder y de amor” (2 Tim. 1:7), debemos apoyar y honrar, más que nunca, al Profeta del Señor.