lunes, 11 de mayo de 2009

LA CANTERA Y EL TEMPLO


En el mes de setiembre de 1992, con un grupo de hermanos del Sistema Educativo, que representábamos a 82 países, viví una experiencia única al pie de la montaña Wasatch Front, en la cantera de granito llamada Little Cottonwood Canyon, de donde se extrajo la piedra para construir el Templo de Salt Lake, en Utah.
Cuando llegamos al lugar, nos esperaban las herramientas de mano que utilizaron los primeros obreros 140 años antes, cuando no había ni electricidad ni máquinas. Sólo masas para golpear, brocas para taladrar la piedra y cuñas de acero para cortarla. Además, martillos rugosos para pulir y cinceles para refinar.
Nos dividieron en grupos y cada uno tenía trabajos específicos asignados.
A mí me tocó sostener la broca y esperar que otro compañero golpeara con la pesada masa para perforar la piedra hasta hacer un orificio de 25 centímetros de profundidad. Esta operación debía repetirse cada 20 centímetros, para luego colocar una cuña de acero en cada abertura y golpear al unísono para que el bloque de piedra de varias toneladas, cayera al piso. “Piedra cortada del monte…” (Daniel 2:34-35) Tardaban aproximadamente 2 horas para perforar cada orificio y 1 mes para cortarla con las cuñas.
Ya en la superficie, marcaban la piedra y la cortaban en pequeños bloques de acuerdo a las especificaciones que indicaba el arquitecto del templo. Cuando llegaban al sitio de la construcción, se pulían las caras que daban al exterior, con un martillo especial y el cincel. Demoraban 2 días para preparar cada bloque.
Se construyeron 30 carretas planas (chatas), para trasladar los bloques a la ciudad, tiradas por bueyes. Demoraban 2 días para recorrer los 40 kilómetros. La piedra más pequeña pesaba 1 tonelada. Y no pocas veces la carreta se quebraba cuando lograban cargarla. Colocaban gruesas cadenas alrededor del bloque que era arrastrado por bueyes hasta las carretas. Desde el mes d
e febrero de 1853 –fecha en que se comenzó la construcción del templo—hasta 1870, cuando se terminaron las vías del FF.CC., ese fue el procedimiento.
Recién entonces el traslado fue en vagones pero siempre arrastrados por bueyes, hasta que llegaron las locomotoras a vapor tres años después.
Como no había hombres expertos para trabajar en canteras, se contrataron 40 hermanos de Escocia. Trabajaban 10 horas por día, 6 días a la semana. Vivían en tiendas, alejados de sus familias y expuestos a los rigores del clima, las víboras y alimañas de toda clase. Sólo los domingos descansaban y tenían un servicio sacramental con hermanos que llegaban de los Barrios de la ciudad.
Estuvimos sólo 6 horas en la cantera; tiempo suficiente para reconocer el enorme sacrificio de estos esforzados hermanos.
Uno de ellos escribió en su diario: “Hemos sacado un templo para el Señor, de las canteras de granito, para el gozo de las futuras generaciones”.Cuatro días después de llegar al valle, el 28 de julio de 1847, el Presidente Brigham Young, acompañado de otros líderes de la Iglesia, señaló el lugar donde se iba a levantar el templo, clavando su bastón. Pero pasarían casi 6 años para la ceremonia de la palada inicial (febrero de 1853). El 6 de abril del mismo año se colocaron las 4 piedras angulares de 3 ½ toneladas c/u., representando “los cuatro cabos de la tierra”, y dos años más tarde se terminaron de llenar los cimientos.
En esa época, la Iglesia comenzaba un período de pruebas y aflicciones muy
severas, en algunos casos por desafíos internos y en otros por persecución del gobierno del Estado. Motivo por el cual se cubrieron los cimientos y se suspendió la construcción en el año 1858. Dos años más tarde se descubrieron nuevamente. El Presidente Brigahm Young visitó el lugar para hablar con el arquitecto y los obreros y luego de una inspección, ordenó reemplazar la roca caliza de la que estaban construidos, por bloques de granito. “Este templo debe permanecer de pie y sin fisuras hasta la Segunda Venida del Salvador”, les dijo.
Treinta años más tarde, el 6 de abril de 1892, el Presidente Wilford Woodruff presidió la colocación de la piedra de coronamiento. Finalmente, el 6 de abril de 1893, lo dedicó con la presencia de más de 50.000 personas. Habían pasado 40 años desde la palada inicial. “Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.” (Isaías 2:2)
“Oh Señor –dijo el Presidente Woodruff en su oración dedicatoria—con intensos e indescriptibles sentimientos, contemplamos la finalización de esta sagrada Casa. Dígnate en aceptar éste, el cuarto templo que Tus hijos del convenio han erigido en estas montañas, auxiliados por Ti. En tiempos pasados, inspiraste con Tu Santo Espíritu a Tus siervos los profetas… Te agradecemos el haber tenido la gloriosa oportunidad de contribuir al cumplimiento de esas visiones… y que hayas condescendido permitirnos tomar parte en esta gran obra.” (“Enseñanzas…” pág.182).
Bajé de la monta
ña con una visión renovada de la eternidad y con la firme determinación de ir tallando y refinando mi “hombre natural” (1 Cor. 2:14; Mosiah 3:19) para no dejarme influir por las “pasiones y apetitos de la carne” y ser más sensible “a los susurros del Espíritu”. “¿No sabéis que sois templos de Dios?” (1 Cor. 3:16-17)
“…vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. (Ver 1 Pedro 2:4-10)
¡Hasta la próxima!

viernes, 1 de mayo de 2009

ACERCA DE HUGO N. SALVIOLI

Hugo Salvioli nació el 26 de junio de 1929, en la ciudad de La Plata, Buenos Aires, Argentina, donde cursó sus estudios y conoció la Iglesia de Jesurito de los Santos de los últimos Días hacia fines de la década de 1930. Fue bautizado en el Río de la Plata, en la localidad llamada Punta Lara el 10 de diciembre de 1939. En ese tiempo, no llegaban a 300 los miembros en todo el país y había solamente dos misiones en Sudamérica: Buenos Aires, Argentina y Sao Paulo, Brasil.
En el año 1950, cumpliendo con el Servicio Militar obligatorio, egresó con el grado de sub-teniente de reserva en la Escuela Antiaérea de la localidad de Camet, Mar del Plata.
En el año 1951, recibió el Diploma de Técnico Químico Industrial y durante 15 años ejerció su profesión en la Empresa DuPont Argentina.
Líder y educador religioso, fue Director del Sistema Educativo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, para Argentina, Paraguay y Uruguay, administrando cursos para jóvenes durante 22 años. En ese tiempo también fue llamado para presidir la Misión Bahía Blanca Argentina (1983-1986).
En el año 1994 se jubiló y luego fue llamado para presidir, junto a su esposa Miryam, el Templo de Buenos Aires (1994-1997) y el Centro de Capacitación Misional en la ciudad de Guatemala (2000-2001). Además, ha servido como presidente de rama, presidente de distrito y de estaca y como representante regional en dos oportunidades.
Actualmente, a los 79 años, sirve como Asesor de Área de Historia Familiar y Obra del Templo.
Es padre de tres hijos y abuelo de ocho nietos.

"NO ESTÁ AQUÍ..."

Para comprender cabalmente el título de este artículo, debemos completar la oración: “...sino que ha resucitado de los muertos."(Lucas 24:6) Probablemente la declaración más trascendente y esperanzadora de las escrituras. Es menester recordar las preguntas que Pablo formuló a los santos en Corinto:

“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15:55)Los israelitas instituyeron la Fiesta de la Pascua o del “pan sin levadura”, para recordar que el ángel destructor pasó de largo sobre las casas de los hijos de Israel, librándolos de la esclavitud de los egipcios. Para ello, se usó la sangre de corderos sin mancha como señal en los dinteles. (Éxodo 12:21-28)Jesús mismo asistió a varias Pascuas (Lucas 2:41-42). La primera de ellas cuando era niño (12 años) acompañado de sus padres. La última vez, Él mismo celebró su inminente sacrificio expiatorio, en la víspera de la noche de su crucifixión: “Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos.” (Mateo 26:18).La muerte del “Cordero de Dios”, es un tipo de salvación infinitamente mayor que el libramiento de la muerte de los primogénitos de Israel, ya que nos liberó de la muerte eterna (resurrección) y de la esclavitud del pecado (muerte espiritual). Podemos afirmar que Cristo es nuestra pascua:“Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.” (1 Cor. 5:7; ver Éxodo 23:15).

Al leer el capítulo 12 de Éxodo, podemos observar la profunda analogía y el carácter simbólico del “Cordero pascual”; en el versículo 5 leemos: “el animal será sin defecto...”, por cierto símbolo de Jesucristo. Asimismo, los “panes sin levadura” que no solo les recordaba el apresuramiento con que habían salido de la esclavitud, sino que la levadura representaba la hipocresía y el orgullo.

Para profundizar en la expiación, debemos considerar tres lugares claves de la última semana del Salvador: 1) El Jardín de Getsemaní, donde tomó sobre sí el dolor y los pecados de la humanidad: “Su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” (Lucas 22:44; ver Dy C 19:18) 2) El Gólgota o Calvario, especialmente las tres últimas horas, donde lo humillaron y padeció la muerte física.3) El sepulcro, cedido por Jose de Arimatea.Mientras colgaba en la cruz, el Salvador hizo siete declaraciones, que demuestran Su amor, perdón, obediencia, esperanza y sacrificio infinitos:
1. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34)2. “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lucas 23:43)3. “Mujer, he ahí tu hijo”, le dijo a Su madre. A Juan el amado, el único apóstol registrado que estuvo presente en la crucifixión, agregó: “He ahí tu madre.” (Juan 19:26-27)4. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” 5. “Tengo sed.” (Juan 19:28)6. “Consumado es.” (Juan 19:30)7. “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.” Lucas 23:46)

El participar semanalmente de la Santa Cena, nos provee la oportunidad de hacer un sacrificio personal, de un corazón quebrantado y u espíritu contrito, recordando Su sacrificio por nosotros. (3 Nefi 9:20)Al igual que Nefi, yo “no sé el significado de todas las cosas...” pero sé que me ama, (1 Nefi 11:16-17), y que en el momento que Él disponga, también mi tumba quedará vacía.
Hasta la próxima!

UNA VISITA INOLVIDABLE

Ya transcurrieron 55 años de la visita a nuestro país del Presidente David O. McKay. Fue el primer profeta que inició una gira por tierras sudamericanas. Llegó acompañado de su esposa Emma y su hijo Roberto, que había sido misionero entre nosotros en la década del 40. Para los pocos miembros de aquélla época fue todo un acontecimiento y aún recordamos con emoción y gratitud a aquel gigante espiritual de cabellera blanca, por sus enseñanzas y testimonio. Días antes había estado en Montevideo, Uruguay, donde entre otras actividades, colocó la piedra basal de la primera capilla a construirse en sudamérica, Deseret, sobre el Boulevard Artigas.El Presidente Lee B. Valentine, presidía la única misión Argentina. En diciembre de 1955 informó que había 1612 miembros, 6 distritos y 25 ramas(1). Se estaba cumpliendo la profecía del Elder Melvin J. Ballard, en el año 1925, que “la Iglesia crecería lentamente, como el roble, y no como el girasol, que crece pronto y también pronto muere...”A la recepción en su honor, que se realizó en la vieja Casona de la calle Virrey del Pino, en el Barrio de Belgrano, de la Capital Federal, asistieron miembros y líderes de los distritos cercanos.

En esa ocasión, un grupo de hermanos de la Rama de La Plata, aprovechamos para obsequiarle un ramo de flores a la hermana. McKay y al Presidente un pergamino firmado por los miembros. Yo tenía 24 años y estaba presidiendo la Rama. Siempre recordaré las palabras el Presidente McKay: “En nombre de mi esposa, de mi hijo Roberto y en el mío propio, agradecemos estos obsequios por el valor que tienen en sí mismos, pero más lo apreciamos porque me doy cuenta que Uds. aman al evangelio de Jesucristo”. Al examinar el pergamino, descubrió el dibujo de una pequeña capilla que el hermano Israel Lencina había imaginado y dibujado. Entonces, con palabras proféticas dijo: “Ustedes serán testigos de miles de capillas que se construirán en estas tierras...”Efectivamente, no teníamos capillas, eran todas casas alquiladas. En Buenos Aires teníamos solo una casa grande, con un salón para aproximadamente 450 personas sentadas, en la esquina de Tonelero y Cañada de Gómez, en el Barrio de Liniers. Allí celebrábamos las Conferencias de Misión dos veces por año, a partir del año 1941, con el Presidente Federico S. Williams, que también la dedicó. Recuerdo que debajo del escenario teníamos una pila bautismal. La primera capilla con planos oficiales se construyó para la Rama de Caseros, en 1960. Dos años más tarde, comenzó el programa de “Misioneros de la Construcción”, con el compromiso por parte de los miembros de alimentarlos, sostenerlos y también realizar trabajos en la obra, como abrir cimientos y construir bloques. También teníamos que donar alimentos en el llamado “Plan del Kilo” y llamar a una hermana que cocinara para ellos. Fueron tiempos de gran sacrificio y también de regocijo y unidad, bajo la presidencia del Presidente McKay.
Las primeras capillas bajo este programa fueron para Villa Sarmiento y Quilmes, en nuestro país.

Entre las múltiples actividades que desarrolló el Profeta, señalamos la audiencia que le concedió el Presidente Juan D. Perón. Según se comentó, éste quedó muy impresionado con la personalidad y autoridad del Presidente McKay y al término de la entrevista le ofreció el Teatro Nacional Cervantes para que presentara su conferencia, ya que “este hombre necesita de un marco especial”, señaló. Al domingo siguiente, nos reunimos aproximadamente 650 personas en ese hermoso teatro. El Presidente Valentine, que dirigió la reunión, leyó un telegrama del Presidente Perón donde “lamentaba no poder asistir por tener otros compromisos”.
Los medios gráficos y el canal oficial de TV, registraron el acontecimiento con muy buenos comentarios y fotografías. La gente comenzaba a reconocernos y nosotros teníamos temas para hablar con nuestros vecinos y amigos. Comenzaba a plasmarse el lema: “Cada miembro un misionero”, impulsado también por el Presidente McKay.

El mensaje fue esencialmente doctrinal y misional y concluyó con una poesía muy apropiada a la ocasión:

Si yo fuera una voz,
una voz persuasiva,
que pudiera recorrer todo el vasto mundo,
volaría en alas de la luz del alba
y hablaría con los hombres,
con un poder suave,
y les diría que fueran fieles.
Volaría, volaría sobre tierra y mar,
adonde quiera que estuviera
un alma humana,
contando un cuento,
o entonando un himno,
Alabando el Bien,
culpando al mal,
les diría que fueran fieles.

Hoy, a más de cinco décadas, este mensaje tiene gran vigencia para nosotros.
Entre los muchos profetas de la antigüedad, destaco a Daniel, porque “era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en él” (Daniel 6:4); y en esta dispensación, el Señor nos suplicó: “Sed fieles, guardad mis mandamientos y heredaréis el reino de los cielos” (Doct. Conv. 6:37)Hasta la próxima.

Notas(1) A Diciembre de 2008, en Argentina, tenemos 371.830 miembros, 10 misiones, 70 estacas y 38 distritos.En el Área Sudamérica Sur, 540.041 miembros, 14 misiones, 96 estacas y 53 distritos.

EL YUGO

El yugo es un madero que se coloca en la cabeza de los bueyes para uncirlos (atarlos). Se usa desde los tiempos más remotos, especialmente en tareas rurales. No es muy pesado, ya que su propósito es mantener unidos a los animales. Algunos profetas y el mismo Señor Jesucristo, lo usaron como símbolo para ilustrar sus enseñanzas. Así encontramos más de 40 referencias en las escrituras.
A veces lo mencionaron como advertencia, para no “llevar un yugo de hierro” (Deuteronomio. 28:47-48), por desobediencia o como consecuencia de rebeldías. (Lamentaciones 1:14)Pero también fue usado como consejo: “Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud”, (Lamentaciones 3:27), y de esperanza y recompensa, como cuando Jehová se compadeció de su pueblo obstinado y alzó “su yugo de sobre su cerviz... con cuerdas de amor”. (Oseas 11:4) Isaías enseñó que el ayuno, “desata las ligaduras, suelta las cargas” y rompe ”todo yugo” que oprime. (Isaías 58:6)Entre los discípulos del Señor, Pablo fue el que mejor interpretó el significado del símbolo, cuando advirtió al pueblo de Dios “no estar otra vez sujetos al yugo de esclavitud” y recomendó estar siempre “firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres”. (Gálatas 5:1) Fue aún más ilustrativo cuando enfatizó a los santos en Corinto, no unirse “en yugo desigual con los incrédulos... porque ¿qué comunión tiene la luz con las tinieblas?” (Gálatas 6:14-15)
Los primeros años de esta dispensación, fueron de gran persecución. En ese tiempo, el Profeta José Smith estando preso en la cárcel de Liberty, oró al Padre para que aceptara “esta casa... que mandaste edificar”, (templo de Kirtland), y le imploró “un cabal y completo rescate de este yugo de aflicción... quítalo por tu poder del cuello de tus siervos”. (Doct. y Conv. 109:33,47)Finalmente llegamos al modelo incomparable, cuando el Salvador lo utilizó para invitarnos a ser sus discípulos:“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón;y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. (Mateo 11:28-30)
Existen dos clases de yugo: 1) El de la esclavitud, símbolo de la opresión y consecuencia del pecado y la desidia y 2), el yugo de Cristo, símbolo del verdadero discipulado.Es de sabios llevar el yugo del Señor porque es “fácil y ligera su carga” y aprendemos a “ser mansos y humildes de corazón”. Además se nos garantiza que “aliviará las cargas (que otros) impongan sobre (nuestros) hombros”. (Mosíah 24:14-15)

REFLEXIONES SOBRE LA ENSEÑANZA

Después de haber enseñado y aprendido en los salones de clase de la Iglesia, por más de 50 años, y próximo a acogerme a los beneficios de la jubilación en el Sistema Educativo, me propuse escribir algunas “reflexiones”, que entregaría a mis colegas, allá por marzo de 1994. Recuerdo los conceptos de ese entonces...
Considero que un maestro debe mostrar varias facetas en el desempeño de su noble llamamiento, a saber:
Un mensajero: Ya que posee un Mensaje que proviene del Señor y tiene la sagrada responsabilidad de trasmitirlo sin cambios, en toda su pureza, y mostrando los frutos de su aplicación en su vida personal. Recién entonces se convertirá en un mensajero digno de confianza, ya que ”ha publicado la paz…traído gratas nuevas del bien y publicado la salvación” (Mosíah 15:14).
Un catalizador: como aquella sustancia química que, sin intervenir en la reacción, hace posible que ésta se acelere, dando vida a una nueva sustancia. El maestro entonces, prepara el ambiente de la clase, para que el Espíritu “invite e incite”, es decir mueva a la acción de “hacer lo bueno, y amar a Dios y servirlo” (Moroni 7:13), creando una nueva criatura mediante su conversión espiritual.

Un agricultor: Cuya responsabilidad principal es trabajar la tierra (suelo) para que la semilla pueda germinar. Como un agricultor sabio que ama el campo y la tierra (sus alumnos) quitará las malezas, abonará el suelo antes de la siembra y luego de sembrarlo, regará y cuidará que “las aves coman la semilla”. Si no hay un buen agricultor, no podemos esperar que la tierra produzca y “dé fruto” (Mateo 13:23; Alma 16:16; 2 Cor. 9:6-8).
Un entusiasta: entendiendo con esa actitud que “Dios está con él” y por lo tanto reflejará fe, actitudes positivas, ya que “el pesimista ve la dificultad que hay en cada oportunidad, en lugar de la oportunidad en cada dificultad”.
Un Siervo humilde: porque puede aprender de sus alumnos, ya que los escuchará y respetará en sus opiniones. Cuando corrija lo hará con amor, para que ambos se edifiquen y no haya frustraciones ni malos sentimientos. Además, siempre reconoce que no hay superiores ni inferiores, sino tal vez, algo más de experiencia y conocimiento, que se pueden compartir a la luz de la verdad revelada (DyC 121:42-44).
Un estudiante responsable: porque cuando estudia lo hace con una oración en su corazón, pensando en cada uno de sus alumnos cuando prepara la lección y buscando la guía del Espíritu, a fin de que ellos apliquen lo enseñado como seres libres y responsables en su propio desarrollo (Alma 34:23).
Uno que confía en el Señor: en lugar “del brazo de la carne” o sólo en sus posibilidades personales, reconoce que trabajar junto al Señor, puede recibir la bendición de “ser poderoso en palabra y en hecho, en fe y en obras…porque tú no pedirás lo que sea contrario a mi voluntad” (Helamán 10:15; 50:29-30).
Quiero terminar con una cita del Presidente David O. McKay, uno de los más grandes maestros de esta dispensación:“En el gran jardín de Dios se han colocado custodios a los que se llama maestros y a los que se pide que nutran e inspiren a los hijos de Dios. Me atrevo a pensar que, al contemplar Sus campos, el Gran Jardinero verá a algunos que progresan en actividades justas y a otros que están mustios por la sequía de un deber descuidado, por el frío ambiente de la vanidad o la plaga del desenfreno. ¿Y por qué? Quizá sea porque los jardineros, los custodios, no han hecho los debidos preparativos o no han cumplido su deber. Somos una religión de maestros.¡Adelante con su noble tarea! No hay otra más grandiosa, ninguna de más rectitud. Uds. Recibirán el gozo prometido por el Salvador.” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, págs. 207,213).

RAÍCES

En el invierno del año 1998, conseguí unas semillas de un arbusto muy bonito que se encontraba muy cerca de nuestra casa en Ciudad Jardín, el Palomar. En primavera nos entregaba hermosas flores. Sembré muy cuidadosamente las semillas en un almácigo y a los pocos días comencé a cuidar los tiernos brotes que aparecían. Cuando estuvieron algo crecidos, los trasplanté a recipientes individuales. A medida que se desarrollaban, les coloqué tutores para que su tronco se mantuviera recto.Pocos meses después, estaba trasplantando uno de ellos en una plazoleta frente a casa, en el hueco que había dejado un viejo árbol al caer, luego de una gran tormenta. Le coloqué un fuerte tutor y lo regaba tres veces por semana. Comprobaba con asombro su rápido crecimiento.
Estaba orgulloso de mi pequeño árbol, que se erguía, lozano entre las otras variedades. Averigüé que se trataba de una “Poinciana”.Una tarde, vi llegar al lugar a un joven, casi un niño, con un machete en la mano. Azorado, comprobé como empezaba a destruir plantas y arbustos. Cuando llegué fui testigo de los destrozos, entre ellos mi arbolito que con tanto esmero estaba protegiendo. Lo había cortado a ras del suelo. Nunca supe que motivos llevaron a este joven a semejante acto. Sin duda, estaba pidiendo ayuda de una manera equivocada...Varias semanas después, vi aparecer un pequeño brote, que comencé a regar y proteger hasta que comenzó nuevamente el ciclo normal de crecimiento. Comprobé que las raíces habían permanecido vivas a pesar de todo. “Un vástago retoñará de sus raíces”. (Isaías 11:1)
Cuando en el año 1999 nos llamaron para presidir el Centro de Capacitación Misional (CCM) en Guatemala, un buen vecino se comprometió a cuidarlo. Cuando al cabo de dos años regresamos, nos encontramos con un hermoso árbol y estaba pronto para dar de sus hermosas flores. Hoy puedo observarlo desde mi casa. “Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza; retoñará aún, y sus renuevos no faltarán”. (Job 14:7)
Alma comparó “la palabra” o evangelio de Jesucristo, a una “semilla”, que si le “damos lugar para que sea sembrada en nuestro corazón”, comenzaremos a tener experiencias espirituales, tales como que “ensanchará” nuestra alma e “iluminará” nuestro entendimiento a medida que el árbol empiece a crecer. Para ello hay que nutrirlo “con gran cuidado”, para que se fortalezca la raíz y produzca fruto. (Alma 32:27-28,37) Entre otros principios deben prevalecer “la fe, diligencia y paciencia” (versículo 41)
Pero lamentablemente a veces y por diversas circunstancias, “desatendemos el árbol y somos negligentes en nutrirlo” (versículo 38).
Testifico que, ante la menor señal de un retoño, comienza a operar “la misericordia del Salvador” (Alma 32:22), y como dijo Job “aún queda de él esperanza” y “si se envejeciere en la tierra su raíz, su tronco fuese muerto en el polvo, al percibir agua reverdecerá y hará copa como planta nueva.” (Job 14:8-9) ¿Quién de nosotros no tiene un amigo o pariente en estas condiciones?Hoy hay una gran necesidad de tutores y buenos vecinos. ¿Estamos preparados para ser uno de ellos?
Hasta la próxima.

Referencias adicionales:
Prov. 12:3; Romanos 11:36; Apocalipsis 22:16.

SÓLO UN NIÑO EN LAS SOMBRAS...

Considero que hay urgente necesidad que más personas estén dispuestas a “partir el pan”, compartiendo la vida, como lo hizo Jesús con sus discípulos en el camino a Emaús, para ser reconocidos como Sus verdaderos discípulos.

Hace unos años, un día del mes de junio, muy temprano a la mañana, me dirigía con mi esposa al templo de Buenos Aires, donde servíamos como obreros.


Al detenernos en un semáforo, un jovencito de entre 13 y 14 años, abrió la puerta delantera del auto e intentó por la fuerza, arrebatarme el reloj. Instintivamente lo tomé del brazo y aceleré, pero pronto lo solté, ya que de lo contrario podría haberlo lastimado.


Esa noche, al meditar sobre lo ocurrido, oré por él. Pude imaginarme las circunstancias desfavorables en las que le tocó nacer y criarse, y por un momento lo comparé con mis nietos, quienes son amados y protegidos por sus padres.


Un sentimiento de perdón y comprensión inundó mi alma. Ciertamente, él había invadido mi propiedad, pero yo también tenía responsabilidad de hacer algo por él, para ayudarle a modificar sus hábitos y a superarse a sí mismo. En definitiva, era solo un niño…

Por un momento imaginé una conversación con él:

“—Te llamaré Juan, amigo,¡cómo me gustaría volver a verte! Charlar, jugar y hasta divertirnos juntos, como lo hago con mis nietos .Fue tan sorpresivo nuestro encuentro que sólo recuerdo tu frágil figura, ya que no alcancé a ver tu rostro. Saliste de entre las sombras de la madrugada. Yo quisiera darte a conocer “la luz de la verdad” (Doc. y Con. 88:6), y también tomarme el tiempo necesario para escucharte. Eres una de Sus criaturas espirituales. Juan, te propongo olvidar el episodio del que fuimos protagonistas y te invito a que seamos amigos.

También quiero decirte, que a pesar de lo difícil de tu situación actual, puedes convertirte en un hombre de bien, experimentando el verdadero gozo prometido por el Salvador (Juan 16:22). Sólo debes escuchar el Plan de Nuestro Padre Celestial (Alma 34:9),que también llamamos de “felicidad y misericordia” (Alma 42:8, 15), luego aceptarlo y comprometerte a “venir a Cristo” (Moroni 10:32) y guardar los mandamientos”.

A partir de ese día, estoy más dispuesto a perdonar que a demandar justicia. A ser más generoso con mis bienes y a compartir con mis semejantes, el conocimiento que poseo de la verdad restaurada (Doc. y Con. 24:12)

Considero que hay urgente necesidad que más personas estén dispuestas a “partir el pan”, compartiendo la vida, como lo hizo Jesús con sus discípulos en el camino a Emaús (Lucas 24:13-35), para ser reconocidos como Sus verdaderos discípulos. Esta actitud, sería una contribución muy valiosa para mitigar el “hambre y sed de justicia” (Mateo 5:6) que impera en el mundo, especialmente en esta época en que nos ha tocado vivir.