domingo, 25 de octubre de 2009

REFLEXIONES SOBRE UNA VISITA A SITIOS HISTÓRICOS (PRIMERA PARTE)

En el mes de agosto de 2004, Miryam y yo decidimos asistir a la Conferencia General de octubre, en Salt Lake City. El viaje también llevaría como propósito visitar algunos sitios históricos de la Iglesia.

En esta oportunidad, viajamos solamente a los estados de Illinois y Misuri, que detallaré más adelante.

Ahora, quisiera comenzar con una breve reseña de un viaje anterior a lugares históricos de la Iglesia (Octubre de 1991), con el hermano Carlos Agüero. Visitamos el área de Palmyra, New York, a seis horas en automóvil de la ciudad del mismo nombre. Llegamos primeramente a Manchester (3.2 Km. al sur de Palmyra) donde se destacan el Cerro Cumorah, el Monumento al Angel Moroni, la Arboleda Sagrada y la casa de los padres del Profeta.

La visita a la Arboleda Sagrada, merece un párrafo aparte. Llegamos al área muy temprano a la mañana, en un día soleado y hermoso (recordamos el viejo himno “¡Qué hermosa la mañana, que brillante fue el sol…”) Desde la casa de la familia Smith, recorrimos el sendero que seguramente hizo el joven José en aquella mañana de la primavera de 1820, hacia una arboleda cercana. El lugar conserva las mismas características que hace 185 años atrás, con la excepción de unos pocos bancos que fueron colocados en círculo para que los visitantes puedan meditar y orar. Eso fue precisamente lo que hicimos, aprovechando el silencio y la quietud que se experimenta en ese lugar, solo interrumpido por el canto de algunos pájaros.

Cada uno, a su turno, tuvo la oportunidad de pronunciar una oración. En esa oportunidad nos habíamos reunido cuatro compañeros y amigos, miembros de la Iglesia, de diferentes países de Sudamérica, que sentimos un dulce espíritu de paz y la confirmación espiritual de que “allí comenzó todo”. El Padre y el Hijo, en una manifestación única, comenzaban la “última dispensación del cumplimiento de los tiempos” (Efesios 1:10) para la “restauración de todas las cosas” (Hechos 3:21). El “prodigio grande y espantoso” daba comienzo, de acuerdo a lo profetizado por Isaías (Capítulo 29) que “desmenuzaría y consumiría a todos los reinos, para permanecer para siempre” (Daniel 2:44).

Nuestro testimonio sobre el origen de la Iglesia y el cumplimiento de las profecías de la antigüedad, salió fortalecido y más dispuestos a consagrar nuestra vida para establecer el Reino de Dios.

De allí nos dirigimos a la ciudad de Palmyra. En el camino pasamos por la casa y granja de Martin Harris, amigo de José y uno de los Tres Testigos del Libro de Mormón, quien hipotecó su granja en 3.000 dólares, que nunca recuperó, para que se imprimieran los primeros 5.000 ejemplares.

En esa ciudad, en la intersección de las calles Main y State, se encuentran las famosas “cuatro esquinas”, donde se instalaron diferentes iglesias en cada una de ellas: Metodista, Presbiteriana, Episcopal y Bautista.

A una cuadra de este lugar, está la Imprenta E.B. Grandin, donde se imprimió el Libro de Mormón. Es interesante señalar que el Sr. Grandin, dos meses antes de que el Libro de Mormón estuviera listo para imprimirse, publicó una propaganda donde se mencionaba que su negocio estaba en condiciones de imprimir libros. En la actualidad, este edificio es propiedad de la Iglesia y fue restaurado como Centro de Visitantes. La impresora que se encuentra allí, es una réplica, ya que la original se encuentra en el Museo de Historia y Arte en Salt Lake City.

También se puede visitar la tumba de Alvin Smith, hermano mayor de José. En una piedra, hay una inscripción donde se lee: “En memoria de Alvin, hijo de Joseph y Lucy Smith, quien murió el 19 de noviembre de 1823, a los 25 años de edad”.

La Iglesia construyó recientemente un Templo en Palmyra que dedicó el Presidente Gordon B. Hinckley.

La última escala de este viaje fue Fayette, donde Pedro Whitmer tenía una granja. En 1829, José y Emma se trasladaron allí, aceptando una invitación de ellos, para evitar la creciente oposición que comenzaba en Harmony. Por los siguientes tres años José vivió y trabajó en ese lugar.

El 6 de abril de 1830, en una pequeña cabaña, se organizó la Iglesia, y la primera reunión pública fue celebrada el 11 de abril, junto con tres de las primeras conferencias generales. También en ese lugar el Profeta José recibió veinte (20) revelaciones (Secciones 14-18, 20-21 y 28-40) se dio por finalizada la traducción del Libro de Mormón, los primeros misioneros fueron llamados y los Tres y Ocho Testigos vieron las planchas del Libro de Mormón. En la Conferencia General de abril de 1980, durante la celebración del sesquicentenario (150 años) de la organización de la Iglesia, el Presidente Spencer W. Kimball, presidió la celebración desde el mismo lugar. Previamente, esta vieja casa había sido restaurada, se edificó una capilla y se inauguró un Centro de Visitantes.

En esta ocasión memorable, el Presidente Kimball declaró: “Hermanos y hermanas, nos regocijamos por las quince (15) décadas de progreso de ésta, la Iglesia del Señor. Deseamos honrar a aquel pequeño grupo de almas reunidas en la casa de Peter Whitmer hace 150 años con el propósito de organizar formalmente la Iglesia. Podemos honrarles en parte, ayudando a la Iglesia a aumentar su cantidad de miembros al igual que a desarrollar su espiritualidad. Podemos contar el número de miembros en aumento, podemos contar el constante incremento del número de estacas. Estas cifras nos maravillan porque indican el progreso que estamos alcanzando y nos recuerdan, del mismo modo, que debemos lograr aún mucho más en los años por venir.”

También recordó una declaración del Profeta José Smith:

“Nuestros misioneros se dirigen a diferentes naciones y en países como Alemania, Palestina, Holanda, Australia, Indias Orientales y otros; se ha erigido el estandarte de la verdad, ninguna mano impía puede detener el progreso de la Obra. Podrán acosarnos las persecuciones, las muchedumbres combinarse y reunirse los ejércitos; podrán difamarnos con calumnias, pero la verdad de Dios progresará valiente, noble e independiente, hasta que haya penetrado en todos los continentes, visitado todos los climas, extendido por todo país y resonado en todos los oídos, hasta que los propósitos de Dios sean logrados y el gran Jehová proclame que la Obra se ha cumplido.” (History of the Church, 4:540)

Es interesante destacar, que en los primeros años, el Señor no habló de construir capillas, sino Templos. Como lo señaló el Profeta José Smith, cuando instaba a los hermanos a construirlos: “Nosotros necesitamos el Templo más que ninguna otra cosa”.

La primera revelación sobre Templos en esta dispensación, se recibió en la visita del Angel Moroni, el 21 de setiembre de 1823 (DyC 2), cuando recordó la profecía de Malaquías ( 4:5-6), la cual indica que Elías, el Profeta, quien había vivido en el tiempo del malvado rey Acab, traería los poderes del sacerdocio para llevar a cabo las ordenanzas del Templo y sellar familias. Esto se cumplió en una gloriosa revelación en el Templo de Kirtland, el 3 de abril de 1836 (DyC 110:13-16).

Para conocer la secuencia de las revelaciones sobre Templos, debemos analizar las siguientes escrituras de Doctrina y Convenios: 36:8; 38:32; 39:15; 43:16; 57:1-3; 58:57y 84:1-4.

El Dr. Truman G. Madsen, profesor de filosofía emérito de BYU, señaló:

“José Smith estuvo convencido que la culminación de la historia humana, de la historia sagrada y la preparación para el Milenio, no podrían cumplirse, a menos que las personas fueran preparadas a través de los Templos”.

Con razón, el Presidente Gordon B. Hinckley, insiste en declarar que

“Un Templo ocupa un lugar especial en nuestros servicios religiosos. No es una capilla, ni es una casa común para adorar… Estos edificios son dedicados, consagrados y reservados para ordenanzas especiales, las cuales son sagradas y significativas para nosotros”.

En el segundo viaje con Miryam, el lunes 4 de octubre de 2004, embarcamos en un avión desde Salt Lake City, y llegamos a St. Louis, Misuri (3 ½ horas). En esa ciudad alquilamos un auto y salimos hacia Independence (3 horas). Ya era tarde y fuimos directamente al hotel Olive Branch Inn.

El martes 5, bien temprano a la mañana, llegamos al Centro de Visitantes de la Iglesia. Allí nos proporcionaron toda clase de información para llegar a los varios sitios históricos y también pudimos hacer un breve “tour·” dentro del edificio. Excelentes misioneros sirvieron como guías y nos explicaron los momentos tan difíciles que les tocó vivir a los santos en esa zona.. También nos dieron folletos ilustrativos de cada lugar.

Luego nos dirigimos al sitio donde el Profeta dedicó el lote para la edificación del Templo de Jackson, donde se construiría la Nueva Jerusalén; “lugar donde se reunirán los santos y donde Cristo reinará personalmente entre ellos durante el Milenio. Sión (la Nueva Jerusalén) será edificada sobre el continente americano, y la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca” (Artículo de Fe Nº 10-Guía para el Estudio de las Escrituras, pág. 148) Lamentablemente, ese predio ahora pertenece a la Iglesia de Cristo. Enfrente se levanta el templo de la Iglesia Reorganizada (hoy llamada Comunitaria de Cristo).

De allí fuimos a Liberty, para visitar la cárcel. Más adelante relataré nuestras impresiones en ese lugar.

En Richmond visitamos el monumento a los Tres Testigos y el cementerio pionero, donde están sepultados David Whitmer, Oliverio Cowdery, Peter Whitmer y Martín Harris. También fue un lugar de refugio para la turba (muchedumbre opositora).

Seguimos viaje y hicimos escala en Far West, donde el Profeta puso las piedras angulares del Templo del mismo nombre y visitamos el valle Adán-Ondi-Ahmán muy cerca de allí.

El destino final de ese día era Nauvoo, Illinois (llegamos a las 23:00 hs.) Todos estos lugares los explicaré y ampliaré más adelante.

La historia de la Iglesia en Misuri es única. Es interesante e importante no sólo por su historia, sino por los grandes acontecimientos que aún están por acontecer. Desde 1831 a 1837 se reconocían dos grandes centros de la Iglesia: Kirtland, Ohio e Independence, Misuri. La historia de esas dos regiones son similares. El Profeta mantuvo su hogar en Kirtland, pero viajaba frecuentemente cuando las ocasiones se lo demandaban, hasta enero de 1838, cuando por la apostasía de algunos hermanos y las persecuciones a la Iglesia en Ohio, se mudó con su familia a Misuri. Allí se imprimió la primera publicación mormona: “The Evening and Morning Star” y dos terrenos para edificar templos fueron dedicados –uno en Independence y otro en Far West. En verdad, fue un período de desarrollo, gran crecimiento y colonización, que comenzó con la llegada de los primeros misioneros, Oliverio Cowdery, Peter Whitmer (h), Parley P. Pratt y Ziba Peterson, en febrero de 1831.Viajaron 1.500 millas desde New York; las últimas 500 las hicieron caminando. Este fue un llamamiento divino, ya que pocos días después de la segunda Conferencia General, llevada a cabo en setiembre de 1830, en Fayette, New York, el Profeta recibió una revelación (DyC 32) en la cual el Señor expresaba Su deseo de que cuatro hombres llevaran el evangelio “al desierto entre los lamanitas”. Estos cuatro hombres salieron en octubre de 1830. El éxito fue tal, que los caciques indios y misioneros de otras denominaciones los conminaron para que terminaran su obra. Por lo tanto, comenzaron a trabajar con los ciudadanos blancos en el Condado de Jackson, entre los que fueron bien recibidos. En junio de ese mismo año, el Señor reveló (sección 52) que “la próxima Conferencia , se verificará en Missouri, sobre la tierra que consagraré a los de mi pueblo, que son un resto de Jacob, y a los que son herederos de acuerdo al convenio”(verso 2). En la misma revelación fueron llamados otros veintiséis (26) misioneros para servir en Independence.

El 3 de abril de 1831, un gran acontecimiento tuvo lugar: la dedicación del terreno del Templo en el Condado de Jackson.

Pero los conflictos entre los miembros y no miembros fueron creciendo en intensidad y más de 1.200 santos fueron obligados a dejar ese Condado, dirigiéndose al norte, en la frontera del Condado de Clay, donde los mormones recibieron asilo. El Señor reveló a José “que a causa de las transgresiones de mi pueblo, me conviene que mis élderes esperen un corto tiempo la redención de Sión” (DyC 105:9). La Iglesia sufrió en extremo y nunca sufrirá más que en Misuri.

La Iglesia crecía rápidamente. En noviembre de 1833, se contaban 1.200 miembros en el Condado de Jackson, y cinco años más tarde, más de 5.000 en los alrededores de Far West. Ese crecimiento tan rápido, hizo necesario establecer nuevas ciudades, como Hauns’s Mill en el Condado de Caldwell, Adán-Ondi-Ahmán, Gallatin y otras. El mismo Profeta dejó Kirtland en enero de 1838 y se estableció en Far West.

Poco tiempo después, el Profeta y su hermano Hyrum, fueron detenidos y llevados a la cárcel de Liberty, junto con otros tres hermanos, a saber, Lyman Wight, Alexander McRae y Caleb Baldwin.

Después de 4 ½ meses, en el mes de abril de 1839, se les permitió escapar y se dirigieron a Illinois. La permanencia en esa cárcel tan inhóspita, fue uno de los tiempos más difíciles en la vida de José Smith. Sus cuartos eran estrechos y sus camas eran de paja sobre piedras o piso de madera de roble. Sin embargo, no todo fue tenebroso y negativo. De vez en cuando sus esposas y amigos les podían visitar.

Lo más importante de todo fue la poderosa influencia del Espíritu Santo sobre José, lo que le permitió recibir y escribir tres revelaciones (secciones 121,122 y 123). Entre ellas la “Epístola a la Iglesia”, que escribió entre el 20 y 25 de marzo, y en la que comenzó escribiendo: “Oh Dios, ¿en dónde estás? ¿Y dónde está el pabellón que cubre tu morada oculta? ¿Hasta cuándo se detendrá tu mano…?” (121:1-2) Pero la respuesta del Señor no se hizo esperar: “Hijo mío, paz a tu alma, tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento. Entonces si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará” (versos 7-8) “Los extremos de la tierra indagarán tu nombre, los necios se burlarán de ti y el infierno se encolerizará en tu contra… entiende, hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien. El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello ¿Eres tú mayor que El?” (122:1, 5-8)

Podemos concluir que en la cárcel de Liberty, a pesar de las grandes tribulaciones, José tuvo tiempo para meditar y orar, para aprender y lograr experiencias espirituales únicas…

En el año 1939, la Iglesia compró la propiedad de esta vieja cárcel, se restauró y finalmente se dedicó en setiembre de 1963.

Far West fue el tercer y principal asentamiento en Misuri. En esta ciudad nació Joseph F. Smith, hijo de Hyrum y Mary Fielding y el Profeta recibió siete (7) revelaciones (secciones 113-115, 117-120). Este sitio fue elegido por John Whitmer y W.W. Phelps y lo proyectaron de acuerdo al plan general del Profeta para las “ciudades de Sión”. Fue de una (1) milla cuadrada dividida en calles y diagonales. Una gran plaza pública fue dejada en el centro, para un terreno para el Templo y edificios públicos. El 26 de abril, el Profeta recibió una revelación referente a la edificación de un templo en Far West: “Sea para mí la ciudad de Far West una tierra santa y consagrada, y se llamará santísima, porque es santa la tierra sobre la cual os halláis.

“Por lo tanto, os mando edificarme una casa para el recogimiento de mis santos, a fin de que me adoren.” (DyC 115:7-8)

En este lugar, el Profeta suplicó al Señor: “Indícanos, oh Señor, tu voluntad en cuanto a los Doce”. (History of the Curch, 3:46-47). La respuesta no se hizo esperar: “Salgan ellos la primavera próxima para cruzar las grandes aguas, y allá promulguen mi evangelio en su plenitud y den testimonio de mi nombre”, y de ese modo los Doce salieron al mundo.

También en Far West, el Señor reveló el nombre de la Iglesia “en los postreros tiempos, a saber, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días”. (DyC 115:4-5)

La Ley de Diezmos también fue revelada, cuando José preguntó al Señor “cuánto requería de las propiedades del pueblo…”( History of the Church, 3:44) Esta ley como se conoce hoy, no se había revelado. “El Señor había dado previamente la Ley de Consagración y la mayordomía de bienes, la cual los miembros (principalmente los élderes que dirigían) aceptaron por medio de un convenio que había de ser sempiterno. Por motivo de que muchos no cumplieron con ese convenio, el Señor la retiró por un tiempo y en su lugar dio la ley del diezmo a toda la Iglesia” (Prefacio de la sección 119 de DyC).

Poco después, el 4 de julio, las cuatro piedras angulares del templo fueron colocadas en la plaza del centro de la ciudad. Debido a la persecución, la construcción fue postergada. Hoy quedan esas piedras en el lote del templo que pertenece a la Iglesia. En el año 1968, se dedicó un monumento con inscripciones recordando las revelaciones recibidas para ese fin.

Las causas de fricción, desavenencias y conflictos entre los miembros de la Iglesia y otras poblaciones fueron varias y complejas. Los historiadores han identificados a las siguientes:

1. La tierra: Los SUD y otros pobladores estuvieron compitiendo para conseguir las tierras más baratas.

2. Esclavitud: La mayoría de los miembros no poseían esclavos en un estado esclavista.

3. Indios: Los santos fueron amigables y convirtieron a los indios, en cambio otros les temieron y desconfiaron.

4. Política: Muchos de los pobladores originales temieron que los SUD fueron mayoría y se apoderaran del control del Condado.

5. Economía: La producción y el almacenamiento de alimentos fueron vistos como una competencia desleal por algunos comerciantes.

6. Religión: Las creencias de los SUD en revelación moderna y profetas vivientes, fueron ofensivas para la mayoría de sus vecinos.

7. Actitudes: La cooperación y el entusiasmo de los santos por edificar Sión fueron vistos por algunos como clanes y fanatismo.

8. Cultura: La mayoría de los miembros fueron de las regiones del este y norte, mientras que la mayor parte de los otros asentamientos fueron sureños. Los dos grupos eran diferentes en hábitos, costumbres, ideas y estilos de vida.

CARROS DE MANO…MODERNOS

El 29 de setiembre de 1990, en horas del mediodía, un grupo de hombres del Sistema Educativo de la Iglesia, representando a más de 90 países, subimos a la cima del monte llamado “Big Mountain”, y observamos el Valle de Lago Salado, hoy convertido en una hermosa y pujante ciudad. El 24 de julio de 1847, 162 años antes, el Presidente Brigham Young, enfermo de “fiebre de la montaña”, también se asomó desde allí, pero vio un yermo, sin embargo con voz profética dijo: “Es suficiente. Este es el lugar”.

Ese día, fuimos testigos del cumplimiento de la profecía de Isaías: “Y acontecerá en los postreros días que será establecido el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes…y correrán a él todas las naciones… y vendrán a él muchos pueblos.” (2:2-3) Y especialmente cuando dijo: “Se alegrarán el desierto y el erial; y el yermo se regocijará y florecerá como una rosa.” (35:1). Además, resultó ser el refugio tan esperado por los santos, luego de sufrir tan injusta y cruel persecución en Ohio, Misuri e Illinois. Recuerdo que cantamos el himno “¡Oh, está Todo Bien!” (pág. 17, Himnos de Sión), cada uno en su propio idioma, con admiración y gratitud hacia aquéllos hombres y mujeres que nos habían precedido, con tanta fe, valor y sacrificio. “Aunque morir nos toque sin llegar, oh, qué gozo y paz.”

A la semana siguiente, al llegar al pie de la ladera, en una playa adyacente, vimos no menos de 40 réplicas de Carros de Mano. Nos dividieron en grupos de cinco: dos tirando, otros dos empujando y el quinto arriba del carro. Intercambiándonos lugares durante el viaje. Partimos en distintas direcciones, todos teníamos que escalar el monte con un recorrido variado. La duración fue de aproximadamente tres horas. Antes de partir, tuvimos tiempo de revisar y meditar sobre las diez compañías que salieron con el mismo vehículo hacia el oeste, entre 1856 y 1860. Especialmente las de Martin y Willie, que quedaron atrapadas por las intensas nevadas producto de un invierno que se adelantó, y lamentablemente muchos miembros murieron durante la travesía. En nuestro breve recorrido, pasamos por estrechos y empinados senderos, tuvimos que remover ramas y árboles caídos y cruzar riachos y aún pequeños pantanos.

Regresamos cansados, transpirados y hasta embarrados, pero en ningún momento nuestras vidas corrieron peligro. Habíamos revivido en escala mínima, la etapa final de la llegada al Valle de aquéllas compañías. Sin embargo nos alcanzó para valorar su fe, manifestada en “cada paso” y el valor en pos de un ideal, que los impulsó, sin duda, a emprender tamaña epopeya.

Se habló y escribió mucho sobre ellos y seguirá por generaciones, por aquello de que “los pueblos que olvidan su pasado, comprometen su futuro”. Si bien es cierto que el pasado quedó atrás, debemos aprender y aprovechar sus enseñanzas, sean éstas positivas o negativas

Simbólicamente, las “cargas” de nuestros carros de mano, son muy diferentes a las de nuestros padres. Las circunstancias han cambiado y las presiones aumentado. Recuerdo que en el ejército nos enseñaban que para vencer a un enemigo, debemos conocer de antemano, sus armas y estrategias. Estamos enfrentados con el mismo Adversario que se rebeló contra el Padre en el principio (Abraham 3:28) y como sabemos, “es el autor de todo pecado” (Hel. 6:30).

Con la ayuda de las Escrituras y los profetas modernos, podemos reconocer sus principales armas: 1) tentaciones, 2) persecuciones y 3) aflicciones. Es interesante notar, que Cristo fue sometido a cada una de ellas:

1. Luego de su prolongado ayuno fue “tentado por el diablo”. En todos los casos lo rechazó diciendo: “Vete, Satanás, porque escrito está…” (Mateo 4:10), manifestando Su conocimiento de las escrituras.

Fue traicionado, arrestado y abandonado (Mateo 26:47-56), pero antes, en sus Bienaventuranzas, tuvo tiempo de advertir a sus discípulos:”Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:10).

3. Su padecimiento en Getsemaní es incomprensible para nosotros (Mateo 26:36-46; Juan cap.17; Doct. y Conv. 18:11), “…padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro…” (Doct. y Conv. 19:18).

Sus estrategias son también muy conocidas y a menudo caemos en sus sutiles insinuaciones: 1) El orgullo, 2) el desánimo y 3) la dilación:

1. E orgullo no solo es falta de humildad, sino que la persona que la posee “hace que la gente esté en contra de Dios y de los demás y se cree superior a los que le rodean y hace su propia voluntad en lugar de la de Dios…” (Guía para el Estudio de las Escrituras, pág. 155). Caminan como los nefitas de la antigüedad “con el cuello erguido y la cabeza en alto…” (Jacob 2:13).

2. El desánimo es una estrategia en la que sucumbimos a menudo y por lo general, no indica falta de capacidad, sino de valor. Tenemos que superar esos estados de ánimo, valga la redundancia, con la ayuda del Señor: “…y me buscaréis y me hallaréis cuando me busques con todo vuestro corazón.” (Jeremías 29:13)

3. La dilación, es el acto de postergar todo lo que puede ser hecho ya. La persona que posee esa característica, simplemente no consigue hacer las cosas. Recuerdo que el Presidente Spencer W. Kimball, tenía un cartelito frente a él en su escritorio que decía: “Hazlo, ahora”. El cumplir en tiempo y forma con nuestras metas y compromisos, nos permitirá avanzar y ser reconocidos como personas responsables.

No debemos olvidar que “debemos estar anhelosamente consagrados a una causa buena… y efectuar mucha justicia; porque el poder está (en nosotros) en ellos…” (Doct. y Conv. 58:27-28) Ahí está la clave. Si la carga resulta pesada o liviana, en gran medida, dependerá de nosotros.

¡Hasta la próxima!

domingo, 11 de octubre de 2009

ATESORAD EN VUESTRA MENTE

Como parte de una capacitación sobre un nuevo curso de Historia de la Iglesia, los Directores del Sistema Educativo, fuimos invitados a participar de un “tour” guiado por el cementerio de la ciudad de Lago Salado.
El propósito era visitar las tumbas y monumentos de algunos líderes de la Iglesia y relatarnos algunos aspectos de su vida que no eran muy conocidos, pero que podrían ser de interés para los jóvenes, ya que mostraban el carácter, la lealtad al Señor y al Profeta y su fe inquebrantable en la verdad restaurada. Allí estaban aquéllos líderes que habían tenido una gran influencia en mi niñez y adolescencia, tales como los Presidentes Heber J. Grant, que presidía la Iglesia cuando me bauticé en el año 1939, George Albert Smith, David O. McKay, Joseph Fielding Smith y otros como J. Reuben Clark, John A. Widtsoe y James A. Talmage.
Pero ahora no voy a relatar de ninguno de ellos, sino de un hermano que se convirtió a la Iglesia a los 17 años y que sirvió varias misiones. La primera fue en 1835, dos años después de su bautismo y fue ordenado Setenta. Posteriormente fue apartado como uno de los primeros presidentes de ese Quórum, en 1845, cuando tenía 29 años.
Al establecerse en la ciudad de Lago Salado, fue elegido Alcalde en 1851. Tenía 35 años de edad. Tres años más tarde, el 7 de abril de 1854, fue ordenado Apóstol y sostenido como segundo consejero al Presidente Brigham Young. Para entonces, tenía 38 años. Se trata de Jedediah Morgan Grant, que murió a los 40 años, cuando su hijo Heber Jeddy Grant, sólo tenía 9 días de vida, y que llegaría a ser el séptimo Presidente de la Iglesia.
En sus funerales, el Presidente Brigham Young dijo que “Jedediah había sido miembro de la Iglesia unos 25 años, sin embargo en ese tiempo, él ha dado al Señor 100 años de servicio.”
En la misión, se ganó la reputación de hábil orador. Frecuentemente aceptaba invitaciones para predicar sobre temas o textos que eran seleccionados por quienes lo habían invitado, en el momento que comenzaba.
Con el tiempo fue tema de discusión sobre cuándo y cómo preparaba sus maravillosos sermones. Como respuesta, él respondía que nunca preparaba sus sermones en la forma convencional, como lo hacían otros ministros. “Por supuesto", decía, "leo y estudio y guardo en mi mente el conocimiento de las verdades del evangelio, pero nunca estudio un sermón específico.” Sin embargo, las personas no le creían, pues pensaban que era imposible poder predicar de esa manera, sin un cuidadosa preparación.
En cierta ocasión, varias personas decidieron probarlo. Le preguntaron si podía predicar de un texto seleccionado por ellos. Además le darían el tema a su llegada al lugar de reunión, de manera que no le darían ningún tiempo para prepararse. Él aceptó. El lugar seleccionado fue Jeffersonville, el asiento del CondadoTazewell, que en ese tiempo era el lugar de natalicio de John B. Floyd, quien llegó a ser Secretario de Guerra de los Estados Unidos de América y de otros hombres prominentes de la época. El salón elegido fue la Sala de los Tribunales. A la hora señalada el salón estaba completamente lleno en su capacidad. El Elder Grant entró, caminó hacia el estrado, y comenzó la reunión. Al final del segundo himno, un secretario se adelantó y le alcanzó un papel con el tema. Cuando lo abrió, se encontró con un papel en blanco. Sin ninguna señal de sorpresa, sostuvo en su mano el papel y comenzó a hablar:
“Mis amigos, estoy aquí por un acuerdo previo, para predicar sobre un tema que estos caballeros seleccionaron para mí. Lo tengo en mi mano. No quisiera que nadie se sienta o pudiera sentirse ofendido, pues estoy bajo la promesa de predicarles sobre el mismo, y si a alguien hay que responsabilizar deberá ser a aquéllos que lo seleccionaron. De todos los temas éste es mi favorito. Como pueden ver el papel está en blanco (al mismo tiempo lo mostraba a la audiencia). Ustedes los sectarios, sentados en el estrado, creen que de la nada Dios creó todas las cosas y ahora desean que yo cree de la nada un sermón, como este papel en blanco.
Ustedes creen en un Dios que no tiene cuerpo, partes o pasiones, tal Dios yo lo concibo en blanco como pueden ver que es mi tema. Ustedes creen en una iglesia sin profetas, apóstoles, evangelistas, etc., tal iglesia sería nada como este papel en blanco, en contraste con la Iglesia de Jesucristo. Ustedes han localizado su cielo allende los límites del tiempo y el espacio. No existe en ningún lugar y por consiguiente no es nada y está en blanco, como este papel.”
Y continuó de esta manera, haciendo añicos sus creencias y enseñanzas y luego proclamó los principios del evangelio restaurado con gran poder. Finalizó preguntando: “¿Me he apegado al tema y os he satisfecho?”
Entonces se puso de pie el Sr. Floyd y dijo: “Si Ud. no es abogado, debería serlo.” Luego se dirigió a los asistentes y les dijo: “Ustedes han escuchado un maravilloso discurso; más aún, impresionante. Ahora pongan atención en el vestuario del Sr. Grant.” De la colecta que posteriormente se realizó, el hermano Grant se pudo comprar un traje, un caballo, la silla y el atuendo completo para montar. Ninguno de los contribuyentes era Santo de los Últimos Días. Sin embargo, algunos de ellos poco después se unieron a la Iglesia. Y todo esto sacado de un sermón cuyo tema era un papel en blanco.
¿De donde obtenía el Élder Grant esa habilidad y sabiduría?
Analicemos las siguientes escrituras que nos ayudarán en la respuesta:
“Ni os preocupéis tampoco de antemano por lo que habéis de decir, mas atesorad constantemente en vuestras mentes, las palabras de vida, y os será dado en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre.“…porque este mandamiento es para todos los fieles de la Iglesia que son llamados de Dios al ministerio…“…Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros.” (DyC 84:85-86,88)
“Sí, he aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo, que morará sobre ti y morará en tu corazón… éste es el espíritu de revelación. Por tanto, éste es tu don, empéñate en él y serás bendecido, porque te librará de las manos de tus enemigos…” (DyC 8:2-4)
“Escudriñad las Escrituras… ellas son las que dan testimonio de mí”, (Juan 5:39)
“El Señor no revela a una cabeza vacía”. (Elder Neal A. Maxwell)
En conclusión, “¿Quíén subirá al monte de Sión? ¿y quién estará en su lugar santo?"La respuesta constituye uno de los principales requisitos para emular al Élder Grant: “El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño.” (Salmos 24:3-4)
De esto doy testimonio personal.

¡Hasta la próxima!

HE CAMBIADO MIS PRIORIDADES

La Misión Argentina Bahía Blanca, que me tocó presidir hace 25 años (1983-86), se encontraba entre las más extensas del mundo: algo más de 1.000.000 de Km2. Abarcaba 6 provincias –La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego— y el sur de la Provincia de Buenos Aires, con dos Estacas organizadas: Mar del Plata y Bahía Blanca, y varios Distritos y Ramas independientes que dependían de la misión.
Su topografía tenía particularidades muy diversas, como zonas montañosas, sierras, cataratas, lagos, ríos caudalosos y tierra fértil. Pero también desiertos áridos, y grandes reservas de petróleo, minas de carbón y minerales. La ganadería y agricultura era muy variada y también existían extensas plantaciones de frutales como las del valle del Río Negro. Los centros turísticos, tales como Mar del Plata y las playas del Atlántico, Bariloche, San Martín de los Andes, El Bolsón, Puerto Madryn, los Hielos Eternos del sur, por mencionar sólo a los principales, atraían a miles de turistas.
Afortunadamente, hacía poco más de un año, había concluido la guerra de nuestro país con Gran Bretaña, por la posesión de las Islas del Atlántico Sur (Malvinas, Georgias del Sur y Sándwiches del sur) y la Iglesia estaba representada en todas las grandes ciudades y en su gran mayoría, las unidades eras administradas por líderes locales. Sin embargo, nos esperaba gran trabajo por delante y muchos viajes, por todos los medios disponibles, para atender a las necesidades de las unidades, miembros y misioneros.
En el mes de julio de 1985, con los asistentes, planeamos un viaje en avión a Río Grande, Tierra del Fuego. Jamás pensamos que iba a resultar tan accidentado. Por mal tiempo, estuvimos demorados en Río Gallegos, y después de varias horas anunciaron que se reanudaba el viaje. Durante el breve trayecto a Río Grande, los pozos de aire y las temibles turbulencias por la tormenta, nos predispusieron para la prueba final. Al aterrizar, el comandante de la nave se dio cuenta que estaba fuera de la pista y a escasos 200 metros de la tierra, con una brusca maniobra, levantó vuelo nuevamente, evitando así, una verdadera catástrofe. Todo eso fue advertido por los pasajeros que ya habían entrado en pánico. Fue en ese momento, que uno de los asistentes, pálido, me dijo: “Presidente, acabo de cambiar mis prioridades.”
Le sonreí, tratando de calmarlo y me di cuenta que en su estado de “shock”, y agradecido por estar vivo, había prometido hacer cambios en su escala de valores, dando prioridad a los temas espirituales.
De regreso a la oficina, tuve una reunión con los asistentes, para evaluar el viaje. Aproveché para preguntarle al asistente en cuestión, cómo se sentía. Lo encontré más tranquilo y relajado y no advertí en él la misma determinación de hacer cambios profundos. Me pregunto por qué razón, aún a personas dignas como ese misionero, les cuesta modificar conductas para ir perfeccionándose, como el Señor nos ha mandado. (Mateo 5:48; 3 Nefi 27:27)
A veces, sin estar en el extremo de ser “enemigo de Dios”, nos dejamos llevar por remanentes del “hombre natural” (Mosíah 3:19), que “no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios…”, y que nos impide rectificar rumbos y “obtener la mente de Cristo” (1 Cor. 2:14,16), “y gimen bajo la oscuridad y la servidumbre del pecado…porque no vienen a mí.” (DyC 84:49-50) Es decir, “no hay quien haga lo bueno salvo aquéllos que están dispuestos a recibir la plenitud de mi evangelio…” (DyC 35:12) Analicemos brevemente, el versículo 13 de la sección 112 de Doctrina y Convenios:
“Y después de sus tentaciones y de mucha tribulación, he aquí, yo, el Señor, los buscaré: y si no se obstina su corazón ni se endurece su cerviz en contra de mí, serán convertidos y yo los sanaré”.
Aquí vemos dos causas externas, como las tentaciones y tribulaciones, que llegan a nuestra vida a pesar nuestro. En cambio tenemos dos factores internos, que sí podemos corregir, como la obstinación del corazón y el orgullo (endurecer la cerviz). Es interesante señalar que el Señor nos buscará para ayudarnos a cambiar y sanar. La sanidad espiritual es la culminación en el proceso de la conversión y quienes la poseen, según el Profeta José Smith, “pierden la capacidad de pecar”.
En conclusión, cuando aceptamos las ordenanzas salvadoras y vivimos los convenios correspondientes, entonces somos “llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de Él, porque he aquí, hoy Él os ha engendrado espiritualmente, pues decís que vuestros corazones han cambiado por medio de la fe en su nombre; por tanto, habéis nacido de Él y habéis llegado a ser sus hijos e hijas.” (Mosíah 5:7)
Sí, vale la pena ir despojándonos del “hombre natural”, para disfrutar de lo que Pablo llamó “los frutos del Espíritu…amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…” (Gál. 5:22-23)

Hasta la próxima!