“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. (Juan 10:10)
Hace dos años, cuando cumplí 80, escribí algunas “reflexiones”. Hoy me propongo aportar algunas otras “ideas y pensamientos” a los 82, que tal vez ayude a seguir adelante a algunos de mi edad o aún mayores, y hagan pensar a los más jóvenes para que se preparen mejor para llegar a la madurez.
Aunque parezca extraño, somos el grupo en la población mundial, que en la actualidad está creciendo con mayor rapidez. Seguramente se debe a los adelantos científicos, que está elevando la tasa de longevidad, y a pesar de la gran contaminación ambiental y el “stress” de la vida moderna, nosotros vamos zafando…
En diferentes dispensaciones y especialmente en esta última, la del Cumplimiento de los Tiempos, el Señor ha llamado a hombres de avanzada edad como Sus profetas para guiar a Su pueblo, seguramente para aprovechar de su sabiduría y experiencia, además de su fidelidad. El Señor los conoce y los ama y les ha conferido grande
s responsabilidades para conducir Su Reino. Parece ser que en la mayoría de los casos, la edad va mejorando a las personas, especialmente cuando sirven a su prójimo. “Esperamos que los líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares –dijo el Presidente Ezra Taft Benson--, continúen dando llamamientos a los mayores en donde éstos puedan aprovechar de su sabiduría y consejo…” (“A la gente mayor”, Liahona de 1990).
El Presidente Gordon B. Hinckley, en un gran mensaje sobre “El Perdón”, tuvo palabras muy significativas y reconfortantes para los ancianos: “La edad produce cambios en los hombres y las mujeres, les hace sentir una mayor necesidad de ser tiernos,
bondadosos y tolerantes. El anciano anhela y ruega que los hombres puedan vivir juntos, en paz, sin guerras ni contención, ni querellas ni conflictos. Cada vez se percata más del significado de la gran expiación del Redentor…” (Conferencia General de octubre de 2005)
Frecuentemente los jóvenes me preguntan cuál es el secreto para llegar a esta edad en un estado saludable Yo les respondo que hay varios factores, y que si bien es cierto que en gran medida depende de la genética, nosotros podemos aportar actitudes y principios que coadyuven a tal fin. Cuando se es joven, la mayor parte del tiempo está comprometido y escasamente tenemos un 20% disponible para nosotros. A nuestra edad, estos porcentajes se invierten, por lo tanto debemos administrarlos sabiamente.
Por empezar, nuestra agenda debe estar llena de activid
ades variadas, no solamente con citas de profesionales médicos y, por supuesto, acordes con nuestras posibilidades y preferencias. Éstas, deben abarcar la parte espiritual, intelectual, social y física.
En el aspecto físico, la dieta es vital. Se recomienda que esté dirigida por un profesional, que sea variada y que nunca falten las frutas “en su sazón”, las verduras, proteínas y granos. Evitar el sedentarismo y recordar siempre, “que si no puedes correr, trota, si no puedes trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa un bastón… pero nunca te detengas.” (Mario Benedetti (88), escritor y poeta uruguayo (1920-2009).
En la parte intelectual, sabemos que podemos seguir aprendiendo en la ancianidad; así lo indica la neurociencia. Además, el mandato del Señor es claro: “…buscad palabras de sabiduría de los mejores libros, buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe.” (DyC 88:118). No mencionaré que debemos levantarnos temprano, porque nosotros lo hacemos, “para que vuestros (nuestros) cuerpos y vuestras (nuestras) mentes sean vigorizados”. (ídem 88:124) Además, al obedecer
La actividad social, es indispensable para nuestro bienestar. Debemos evitar el aislamiento, tomando la iniciativa para participar en actividades de servicio. (Romanos 8:28). En primer término, recordemos que la familia es nuestra prin
cipal mayordomía y debemos estar atentos a sus necesidades. Fomentemos el “abuelazgo”, mostrando siempre interés por el bienestar, logros y desafíos de los nietos y bisnietos; esa actitud unirá más a la familia. Un sabio dijo: “Pasaré una sola vez por este mundo. Cualquier cosa buena, entonces, que puedo hacer, o cualquier acto de bondad que puedo mostrar a otro ser, déjame hacerlo ahora. No me permitas diferirlo ni negarlo, porque no pasaré por aquí otra vez”. Si estamos atentos, aún con pequeños actos, podemos todavía “levantar las manos caídas y fortalecer las rodillas debilitadas”. (DyC 81:5)
El desarrollo de la espiritualidad es esencial, y servirá de fundamento a todas las demás actividades. Además de aceptar llamamientos y participar de actividades en la iglesia, podemos apartar un tiempo para asistir regularmente al templo; participar activamente en nuestra historia familiar; ofrecernos como Misioneros de Servicio en el Programa de Indexación, Fondo Perpetuo y otros; escribir nuestras “Memorias”, para el beneplácito de nuestros descendientes, etc. No podrá faltar, un estudio diario de las escrituras antiguas y modernas y repasar y meditar sobre los mensajes inspirados de los profetas y apóstoles vivientes, para nutrir nuestro espíritu y así aferrarnos a las Verdades Eternas. Esto evitará, en el ocaso de la vida, los sentimientos de frustración y lamentos, tan bien expresados por el poeta:
“¿Dónde se ha ido la vida que hemos perdido en el vivir?
¿Dónde se ha ido la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento?
¿Dónde se ha ido el conocimiento que hemos perdido con la información?”
T. S. Eliot, poeta, (1888-1965)
Deseo concluir con un mensaje esperanzador del Presidente Ezra Taft Benson, que nos comprendía muy bien, ya que vivió hasta los 94 años:
“Tenéis muchos motivos para vivir. Que estos años, en el ocaso de la vida, sean vuestros mejores años mientras vivís, amáis y servís plenamente.”
¡Hasta la próxima!